18 feb 2009

Curiosidades

Sobre ella... ¿Manías? Claro, como todo el mundo. La suya es las puertas mal cerradas, no las soporta; un hobby de lo más curioso: le apasiona dar vueltas con su moto. Es una fumadora desde hace años. Su marca de tabaco preferida es Lucky, el tabaco que dicen que se fuma mucho en el norte. Su padre se llamaba José y tenía una empresa de fontanería, su madre se llama Pilar y es ama de casa, su mamá la llamaba cariñosamente “torito de mihura”, ya que era muy testaruda. Tiene una hermana llamada Idoia, es diseñadora, ilustradora y actriz. Amaia e Idoia son como dos gotas, de agua, ya que no se llevan ni tan siquiera un año, siempre ella bromea que se pasan por 10 meses y 18 días. Para Amaia, Idoia, es su mejor apoyo, esta ahí siempre que la necesita por cualquier motivo. Cuando esta alegre o triste, hablar con Idoia a ella le supone una terapia. Lo que valora mas Amaia es la amistad sincera y lo que no soporta es la envidia. Es supersticiosa y cree cantidad en los amuletos. Es una chica que siempre esta con la sonrisa en su rostro. Se ríe mucho y es una chica muy divertida que le gusta hacer bromas. Sigue siendo guapa cuando se pone seria.

También, que es un poco tímida y que no le agradan las faltas de respeto.

Look

Le gusta cambiar de look a menudo. Desde que se hizo famosa hasta ahora ha llevado el pelo de morena, gris, castaña, rubia y rubia con extensiones. A ella le gusta más de rubia, le favorece más. A veces lleva el pelo suelto pero muchas veces lo lleva recogido, tanto en los conciertos como en las actuaciones en tv. Ahora con las extensiones esta súper guapa, le favorecen mucho.

Una de sus pasiones es llevar botas, le gustan mucho. Con las botas es como se siente más cómodo tanto en los conciertos como en las actuaciones en la tv. Lleva botas, casi siempre, de color negro o claro.

Su última pasión son los perfumes, hace colección de miniaturas, es capaz de pasarse horas en una perfumería. No tiene ningún perfume preferido, le gustan todos, van según épocas. También le gusta un montón las cremas y los maquillajes. Usa sombra de ojos claros y para los labios tonos rosados. Le encantan los pendientes y cuanto mas grandes mucho mejor. Los de aro son sus favoritos.

Suele comprar ropa en las tiendas de Mix Sixty, Dolce and Gabbana, Mango y Zara. Le gusta vestir cómoda. Le agrada lucir tanto con pantalones como con faldas, en los conciertos prefiere los pantalones. Tampoco tiene preferencia en ningún color, viste tanto de rojo, como de blanco como de negro. Actualmente utiliza vestidos para sus presentaciones.

Gustos musicales, cinematográficos y literarios.

Su escritor preferido es Gabriel García Márquez, su actor favorito es Robert de Niro y dos de sus grupos preferidos son Los Piratas y U2. En muchos de sus conciertos han dedicado la canción El 28 al grupo vigués. Amaia es una gran fan de U2. Ha acudido a algún concierto del grupo. Es capaz se grabarse una cinta entera con la misma canción, jamás se cansa de oírla. Sus películas favoritas son El Club de los Poetas Muertos y El Padrino. Alucina oyendo las voces de Whitney Houston y Aretha Franklin.


Gustos alimenticios. Una buena tortilla de patatas con
cebolla, las almejas a la marinera que prepara su madre como nadie y el chocolate so n los platos que mas le gustan. Confiesa ser bastante carnívora. Gano un concurso g astronómico, le invitaron a participar en el concurso del huevo frito en San Sebastián y gano, Y curiosamente era la tercera vez que Amaia freía un huevo en su vida. Dice que fue la suerte del principiante.

Otros

Amaia pasaría horas pegada al teléfono.
Su lugar favorito es en Dinostia "La playa de la concha", a ella le apasiona el Mar.
Cuando se enoja, se enoja.
Le apasiona cantar despacio.
Le fascina ir de compras.
Cada vez que ve una estrella fugaz le pide un deseo.
Nunca perdonaría la infidelidad y las mentiras.
Detesta que le indiquen algo, si lo hacen siempre hace todo lo contrario.

ENTREVISTA

Dolor y dulzura. En apenas año y medio, ha madurado sin preaviso por culpa de dos despedidas: dejó de cantar para La Oreja de Van Gogh y enmudeció de tristeza con el fallecimiento de su padre. Así que, delgadísima, Amaia Montero (Irún, Guipúzcoa, 1976) se expone doblemente en solitario con su nuevo disco, un trabajo que ya acapara ventas de platino. Su madre va ser el mejor apoyo, ahora que anda de maletas, de gira por América y España. En tan larga ausencia, echará de menos a Bongo, Pop y Mafalda, sus amados perros y con los que disfruta de ocio al aire libre. Confiesa que se abraza al desamor cuando necesita inspiración, que le puede venir incluso comprando en el súper. Palía la dureza de tantas galas con la satisfacción por ensanchar conocimientos de otros lugares, otras gentes, otras culturas. Ni pizca de rencor hacia sus ex compañeros de banda; toneladas de cariño para sus fans. “Han sido muy fieles”, les agradece.

«Profesionalmente, me siento contenta. Me acaban de dar el segundo disco de platino pero, personalmente, estoy en el momento más difícil de mi vida. Intentando asumir algo que me resulta muy duro y muy difícil de encajar. Supongo que aprenderé a vivir con ello». Amaia Montero habla despacio. Parece que coge aire en cada palabra. Le cuesta hablar de su padre en pasado. No menciona la palabra muerte. Se resiste a pronunciarla.

Comienza su gira por América con esta contradicción, esa dualidad que, hoy por hoy, preside su vida: el éxito y la pena por el progenitor fallecido. Una combinación difícil de asimilar. Está convencida que «este palo tan gordo», le ha hecho ver las cosas con otra mirada: «He madurado de golpe. Cada mañana vuelvo a empezar. Vivo con eso».

Amaia frena sus lágrimas. Esboza media sonrisa al recordar momentos de la infancia junto a su padre: «Desde pequeña, teníamos una relación muy especial porque nuestros caracteres eran parecidos. Se convirtió en mi héroe enseguida. Me gustaba acompañarle a todas partes». Caminaban por el campo, siempre al aire libre, o salían a pescar… «A mí no me gustaban mucho las muñecas. Yo era más de jugar con mi bici o de acompañar a mi padre. Le gustaba mucho ir al mar y eso también me lo inculcó. Tengo muchísimos recuerdos de una infancia feliz».

Su inspiración. El mar siempre sale en muchas de sus canciones, quizás por esas vivencias que tiene tan presentes. «Lo echo de menos, ahora que vivo en Madrid», evoca. La brisa, sentir el agua, el olor… Su memoria está llena de episodios junto a su padre: «Siempre íbamos en barco y navegábamos para pescar atunes. Era campeón de Euskadi. Tenía una afición grandísima, pero a mí lo que me gustaba era ese mundo que se creaba en torno a él». Desde que su padre cayera enfermo hace dos años, no ha vuelto a salir a pescar. «Me sigue gustando el mar, pero…».

Enciende un pitillo después de rebuscar un encendedor en su bolso. Charla con su hermana Idoia, un apoyo imprescindible cerca de ella. «Somos como hermanas mellizas, siempre juntas. Me lleva sólo 10 meses y 18 días. Es una gran artista. Diseña ropa con el nombre de nuestra abuela: La Vie de Rosita 1925». En realidad, «el nombre de la abuela representa a todas las mujeres de la familia. Es todo un símbolo del matriarcado familiar», apostilla Idoia.

Suena el teléfono y aparece el politono del clásico Downtown (1964), de Petula Clark. Decide no contestar. Por un momento, este encuentro parece más una terapia de diván que una entrevista. «Es cierto que la edad te va tranquilizando, ¡como si fuera mayor! [tiene 32 años]. Siempre he sido brava, con mucho carácter. Mi madre me llamaba ‘El torito de Miura’, pero el tiempo me está enseñando también a ver la vida de otra forma».

Tiene los ojos, intenso color verde, tristes. Aunque intenta con esfuerzo salir del tema que la inquieta, vuelve a él. «¿Sabes quién fue el culpable de que yo me dedicara a esto de cantar? ¡Mi padre! Mi amor por la música lo heredé de él. Se le daba muy bien cantar todo tipo de canciones en reuniones familiares y con amigos. ¡Tengo tantos recuerdos a su lado! Siempre confió en mí y me apoyó cuando decidí emprender este camino en solitario».

Amaia Montero dejó de ser la voz de La Oreja de Van Gogh en noviembre del 97, para convertirse en cantante solista. Todo el escenario para ella. También sólo para ella la responsabilidad de cada sonido y de cada letra que se escucha en su nuevo disco. «Tengo la sensación de comenzar de nuevo. Primero, en la presentación de mi música, y ahora, con el comienzo de la gira», confiesa. Al anunciar la separación, pocos entendieron el paso que dio. «Lo más fácil hubiera sido seguir en el grupo en pleno éxito y no bajarme en marcha. Yo arriesgué mucho». Sin embargo, está satisfecha porque «en estos tiempos llegar a doble disco de platino [160.000 ejemplares vendidos por este álbum que lleva su propio nombre, Amaia Montero], empezando una carrera es muy complicado. Ha sido increíble la respuesta de la gente. Han sido muy fieles conmigo. Lo valoro mucho».

Resulta curioso que Amaia hable de «empezar», cuando antes de este redebut había vendido más de seis millones de copias con el grupo al que prestó su voz durante 11 años. Pero aún siente, como una primeriza, mariposas en el estómago. Todo vuelve a ser nuevo. En esta gira estará a la verita suya –como canta en su primer sencillo, Quiero ser– su madre. Ilusionadas, América será el primer continente en el que ambas recalen.

Otra vez la dualidad, la ilusión y la pena. «Desde hace años viajo muchísimo, pero siempre volvía a casa de mis padres. Tampoco es lo habitual a esta edad que tengo y con esta vida que llevo. La gente se independiza, pero a mí me gusta el hecho de volver. Allí, en Irún, está mi casa. Los míos siempre han sido mi prioridad».

Carga emocional. De estos últimos dos años, ha aprendido a luchar: «Como lo hizo mi padre con la enfermedad. Ha sido un gran luchador. Nos demostró a todos que era un valiente. Ha sido un ejemplo. Un señor de los pies a la cabeza». Al principio, nada más conocer la noticia, Amaia cogía la guitarra y no podía cantar. «Sólo lloraba. Demasiado sensible, demasiada carga emocional. Pero, al final, la conclusión que he sacado es que uno aprende hasta de las situaciones extremas. En el momento no se ve nada, pero después, cuando uno va caminando, aparece la enseñanza».

Ahora, el camino para la solista lo marca una gira que durará más de un año. En América comenzó en Cuzco, Perú, hace unos días. En España abrirá fuego en el Kursaal, San Sebastián, el 26 de abril. Sus fieles compañeras de viaje serán tres grandes maletas. «Esto significa que viviremos cada día en un sitio». Si no fuera porque la música es su pasión, sería difícil soportar ese ritmo: «Cada día, coger un avión, cambiar de horarios, de hábitos de comida, de sueño… Provoca un gran desgaste físico. Resulta muy duro». Pero toda esa dureza «vale la pena cuando llega el momento del concierto. Al final, engancha lo de estar de un lado para otro. Conoces distintas culturas y, sobre todo, a mucha gente. Es una vida distinta que abre mucho la mente y también te ayuda a ser fuerte».

Como los personajes de la novela de Stevenson, el doctor Jekyll y Mr. Hyde, se produce una transformación en Amaia en cuanto pisa el escenario. «Tengo la adrenalina muy fuerte, me da el subidón y me vienen miles de sensaciones justo antes de salir a cantar. Ahí me siento muy yo. Descargo muchísimo. Parece que todos los males desaparecen».

No es nada hipocondriaca, pero ha llegado a cantar con un esguince, olvidándose poco después de él durante un concierto donde no dejó de saltar. Disfruta cantando ante miles de personas y, sin embargo, cuando alguien le pide una canción en una reunión de amigos no puede, aparece la otra Montero, «la tímida».

Una es la artista y la otra la que ama la libertad, la que disfruta simplemente paseando a sus perros: Mafalda, Bongo y Pop. Los amigos los cuenta «con los dedos de una mano». Un secreto: duerme todo lo que puede para recuperarse...«Es importante para mi cabeza y mi voz. Intentaré dormir en cualquier sitio, aunque me cueste. Ahora, en los aviones». Y pone todo el corazón en lo que hace. «Doy todo de mí, toda la pasión en lo que me interesa. En lo demás, no».

Amaia no es una mujer solitaria, pero no tiene muy claro «si en pareja se vive mejor. Dos veces me he enamorado. Menos de las que creía», aclara. ¿Desnudarse? Sólo en sus canciones: «A mí me da más juego el desamor que el amor. De hecho, para el siguiente disco me tendré que enamorar y luego desenamorar», ríe. Reconoce que no es fácil que la conquisten, aunque todo puede nacer de «unos ojos, una mirada, una personalidad y una inteligencia». La irundarra está convencida de que «el amor es irracional. Creo mucho en el punto irracional de los sentimientos. Es decir, que conectas cuando hay una complicidad». No hace planes: «La vida me ha enseñado que las cosas llegan y a veces, acaban. La vida me ha enseñado a vivir el día a día y que cuando las cosas tienen que suceder, suceden».

Desarreglos. Necesita sentir cerca siempre a alguien de la familia. Y cuando no puede ser, «el móvil suple las distancias». Ahora que había puesto orden en su vida, que había conseguido estar en su peso, vuelve al sándwich club de los hoteles. Está preparada mentalmente para coger kilos durante la gira. «Los desarreglos son terribles», razona.

Echa de menos una llamada de sus ex compañeros, un telegrama, un correo electrónico, algo. Sin embargo, agradece que estuvieran con ella cuando su padre se fue. «Me gustó verles allí», subraya. De ahí a volver a cantar algún día juntos, un mundo. No se lo plantea. «Mi sensación hacia ellos siempre será de cariño. Han sido muchos años a su lado».

Amaia va con una libretita y una grabadora en la que registra su inspiración. La última «llegó en el súper». Vuelve a encender otro cigarrillo. Terminó la sesión de fotos. A pesar de su timidez, se pone delante de una cámara y aparece la artista desinhibida. Ahora, aguarda la gira. Todo está preparado para un largo viaje de más de un año. Las maletas –«no me gusta nada prepararlas»– se acaban de cerrar. Fotos de sus seres queridos. Los perros fotografiados en el móvil. Amuletos. «Llevo la placa del grupo sanguíneo que llevaba mi padre». Pone rh negativo, el mismo que Amaia.

Apela a la vida normal, ésa es su mayor ilusión; pasear por la calle; pisar la arena de la playa; ir al súper; pasar una tarde con unos amigos y la familia; volver a casa. «Mi mejor fuente de inspiración, la vida, las cosas normales». Cierra los ojos y aparece la imagen del Aita (padre, en vasco). «Me rebelo. No lo entiendo. No lo asimilo. Era demasiado joven». Todavía no ha podido componer. Necesita tiempo.

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